
Otra de las cosas que amo es dibujar, y toda primera materialización de un proyecto empieza en el papel, ergo, una libreta es un libro en bruto. Así que a las once de la noche dejé mis lápices y recogí unos bonches de cartones y retazos de papel (de esos que uno tiene "ahí, a la mano, para algo que ya se me ocurrirá") y me puse a cortar todo para darle la forma de una libreta. Diseñé dos modelos en formato y cubiertas distintos con algunas imágenes de bordado y para las 2 de la mañana del recien estrenado 23 de abril tenía en mis manos veinte libretas de papel reciclado con portadas lindas.
Al día siguiente las fui regalando; le di una a Amanda y a Chacho por supuesto y de cajón, a Bere, a Gerardo, a Daniel, le di una a Andrea y creo que la imagen lo dice todo; por esa clase de sonrisas es que uno sigue produciendo.
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